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La Jornada: Dos proyectos


Bernardo Bátiz V.

E

n México somos testigos y protagonistas de un cambio político de fondo, denominado por su principal impulsor como la Cuarta Transformación (4T) y alrededor de ella ha resultado un gran debate nacional entre quienes se oponen a ella y quienes la alientan e impulsan.

Es una realidad histórica que esta discusión o polémica, o como le queramos llamar, ha dividido a la nación mexicana en dos grandes corrientes de opinión, los que somos partidarios de la transformación, por un lado, y quienes se oponen y ponen trabas a sus obras y procesos, que quieren descarrilarla y quisieran ver que fracase ahora, se derrumbe ya de una vez o al menos no gane las elecciones federales que tendrán lugar en 2024.

Tirios y troyanos; patricios y plebeyos; montescos y capuletos, partidarios de Pedro o de Pablo; girondinos y jacobinos, demócratas o republicanos, realistas e insurgentes, liberales y conservadores, bolcheviques o mencheviques. Así ha sido por siglos, quizás por siempre.

Habrá dos, a veces más, pero casi siempre dos, formas de ver el mundo, de interpretarlo, de desearlo o soñarlo para el futuro. La polarización no debiera inquietarnos más de la cuenta.

Hoy en México existen varios partidos políticos, pero en el fondo, sólo dos proyectos de nación; uno es la: Cuarta Transformación y el otro los que se le oponen. La 4T, en el poder, al que llegó limpiamente, contra todo pronóstico y por una mayoría que nadie puso en tela de juicio.

¿Cómo llegamos a esto? Podemos hacer un relato a grandes trancos. El PRI se fundó en 1928, a la muerte de Obregón; de manera automática, se descontó de su salario, sin preguntarles, una cuota a todos los servidores públicos e ipso facto, pasaron a ser el pie de cría del partido, la base inicial, que pronto se consolidó y sería durante una década el partido único, aunque (paradojas de la historia) surgían otros que tenían dos opciones: o se incorporaban al partido del gobierno o desaparecían del espectro político.

No fue duradera esta situación; 10 años después, el partido único se convirtió en partido oficial; a partir de 1939, cuando se fundó el PAN y surgió paralelamente la candidatura de Almazán; el partidazo tuvo que competir en elecciones, ya no eran simbólicas, eran reales, había una oposición débil, pero que tomaba en serio los procesos electorales, convocaba a la ciudadanía a participar y hasta podían vigilar un porcentaje importante de las mesas de votación. El ingenioso Nikito Nipongo bautizó al partido como la aplanadora que ganaba siempre, pero cada vez le costaba un poco más de trabajo.

Mucho después aparecieron los fuertes liderazgos, primero de Pablo Emilio Madero, del PAN, y seis años después, tres candidatos que dieron una pelea más a fondo en contra del oficial: Cuauhtémoc Cárdenas, Rosario Ibarra y Manuel Clouthier. Ya no era tan fácil; a la legalona, como alguna vez dijo uno de aquellos legendarios operadores del partido oficial, ya no era posible arreglar los números en los resultados electorales; empezaba la verdadera polarización.

En 2000, el partido oficial perdió las elecciones en la Ciudad de México con la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, quien fue jefe de Gobierno capitalino por el PRD; perdió también con Vicente Fox por el Partido Acción Nacional y con un apoyo expreso y eficaz de un grupo que se denominó Amigos de Fox, quienes fueron los arquitectos y financieros de su triunfo. Con Fox en el poder y otros factores de los que me he ocupado en otras colaboraciones, surgió el llamado PRIAN.

A partir de entonces se aclaró mucho más que en México se enfrentaban dos proyectos de nación; uno promovido por López Obrador, otro con muchos y diversos participantes, que se oponen a la propuesta de lo que se empezó a llamar desde entonces, 2006, una transformación de fondo, la cuarta, con el objetivo de acabar con la corrupción que ya se veía como segunda naturaleza de la nación mexicana y, por otra, impulsar principios de equidad en la distribución de bienes y oportunidades.

Para profundizar más en esta historia del enfrentamiento de proyectos, recomiendo dos libros de nombres parecidos pero muy distintos; el primero es México, la disputa por la Nación, publicado en 1981, sus autores fueron dos jóvenes economistas de aquella época, ambos brillantes, uno del PSUM, Rolando Cordera, y otro del sistema, Carlos Tello Macías; en este libro se adelantan diagnósticos de la polarización que entonces apenas era un aviso y que varios años después, ahora, abarca ya todos los ámbitos de la sociedad mexicana.

El otro libro es de 2022, editorial Harper-Collins México. Sus autores son también dos, éstos, periodistas y ambos analistas políticos inquietos, agudos y bien enterados, reconocidos por la seriedad de sus trabajos. Son Álvaro Delgado Gómez y Alejandro Páez Varela. El título de este segundo libro es La disputa por México. Dos proyectos frente a frente para 2024.

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