En un barrio pobre de Medellín, Colombia, un grupo de cinco adolescentes, entre 11 y 19 años, eligen la calle como un vasto territorio propio. Ellos imponen allí su ley a partir de gestos de delincuencia menor que en rigor son sólo actos de travesura y malicia, como apagar a tiros de revolver los focos del alumbrado público.