He pasado más tiempo en esta oficina que en mi casa. Aquí recibimos solicitudes para publicar edictos, avisos y, sobre todo, esquelas. Ignoro por qué razón, pero las veo como uno de esos mensajes que dejamos sobre un mueble antes de salir, a toda prisa, de la casa: “Se me hacía tarde, no pude esperarte.” “Puse el dinero del gas en la cómoda.” “Si a las cuatro no he llegado, comes.”