Mi hermana gemela se llamaba Hortensia. Se le consideraba la mayor porque salió antes que yo del vientre de nuestra madre. La diferencia de edades sumaba escasos minutos, pero mi hermana supo aprovecharla muy bien en su beneficio: cuando quería que la secundara en un juego argumentaba que, siendo la más chica, debía obedecerla; si el asunto era pedir un permiso, me ordenaba que lo solicitara ya que, por ser la más pequeña, mi madre era muy consentidora conmigo.