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La Jornada: No sólo de pan

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on muchas dificultades, pero con terquedad suficiente, conseguimos instaurar un sitio, en el doble sentido de un espacio físico donde encontrarse para exponer propuestas, debatir y construir acciones, y uno informático, para hacer esto mismo, pero mediante pantallas tecleando la dirección: www.cruzadaporlamilpa.com.mx

Y, confiando en que todos los amables lectores de esta columna querrán participar activamente en la construcción de otro esquema para obtener la autosuficiencia alimentaria, apegada al artículo 4 constitucional sobre el derecho a la alimentación, con visión a futuro en un esquema internacional de intercambio de alimentos y de otros bienes, pero no necesariamente ligado a la lógica del capital, más bien al contrario, donde la producción mexicana cumpla las necesidades de sus habitantes y los excedentes aporten otros satisfactores equiparables en calidad, suficiencia y protección del planeta, permítasenos hablar en este espacio de productos no alimentarios en su estricto sentido, sino productos que han marchado al parejo de la invención y la destrucción de la milpa, sufriendo su deterioro por las mismas razones y esperando su restauración de nuestra generación y de las que nos seguirán. Nos referimos al artesanado utilitario que enmarca los alimentos, las festividades y los duelos, el placer de comer y ofrecer, el hermano gemelo de la producción de la milpa y que se ha deteriorado, si fuera posible aún más que ésta, al haber sido cooptado por el mercantilismo capitalista, cuya dudosa estética ha enajenado cada vez más nuestras artesanías, de sus orígenes y fines, de su belleza y función social.

En efecto, la dominación estética del ojo extranjero ha ido degradando la fineza del ojo mexicano, obligando a los artesanos a doblegarse ante una demanda chacharera, de objetos coloridos con tintes químicos, torpemente hechos, baratos hasta la risa e irrespetuosos hasta las lágrimas hacia la tradición de donde provienen, pues fueron algún día la fuente del arte mexicano de la Revolución de 1910 y del posrevolucionario. Por lo mismo, deberíamos emprender, al lado de la cruzada por la milpa, una cruzada por el artesanado, que incluya todo lo que un ser humano apto, hombre o mujer, puede hacer con sus manos (y piernas y pies) y, por supuesto, neuronas y sentidos, sirviéndose de artefactos creados por ellos mismos, así como de tradiciones enriquecidas por sus fantasías individuales; un artesanado que incluye no sólo la perpetuación de saberes tradicionales, sino la utilización de materiales nobles y la proyección de cada creador/a en su producto único.

¿Por qué esta 4T no podría integrar el rescate de la artesanía utilitaria que tan apreciada fue y sigue siendo en los países desarrollados, contrariamente a la bisutería y las prendas desechables que se encuentran tanto en el Mont Saint Michel de Bretaña en Francia, como en callejuelas de Mouraria en Lisboa o en Coyoacán en la Ciudad de México? ¿Por qué no ejercer la propia libertad y sacudirse la colonización estética, permitiendo primero, y propiciando después, el ejercicio del verdadero artesanado, que no sólo incluye los objetos de cocina y mesa, sino que se manifiesta también en los últimos representantes que realizan con amor (conocimiento) la reparación de muebles antiguos de madera, latón, bronce, mármol, piedra, y la sastrería, peletería, orfebrería, tejido de alfombras y tapices, junto con la alfarería, cerámica, vidriería, grabado a bocados o en capas y, por supuesto, telares?

Todas aquellas actividades que dieron fama hace 100 años a este país, tan maltratado sobre todo por sus clases medias y altas aspiracionistas, culturalmente renegadas y culpables de haber rematado el proceso colonizador que nuestro país sufrió desde la Colonia española, identificándose con el extranjero y despreciando, clasistamente, nuestro corazón, identidad, tierra y futuro. Si, por esta razón, los jóvenes de ya varias generaciones desprecian los oficios, al tiempo que cada vez es más difícil encontrar un sobreviviente de alguno de ellos, estamos al borde de permitir que mueran irremediablemente los saberes irrecuperables que, paradójicamente, representan la parte nuestra que más presumimos ante el extranjero…

La Secretaria del Trabajo debería desencadenar un programa eficaz de cooperativas de producción artesanal para, en concordancia con este gobierno y siguiendo a uno de sus mejores ideólogos, el doctor Enrique Dussel, recuperemos la soberanía estética y la identidad nacional.

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